22 de marzo de 2008

Frani

Frani sonríe sonríe
con su mirada
se acerca lentamente
sin decir una palabra

me da la mano y me guía
mi planta de los pies lucha por amoldarse
a cada piedra que pisa

Frani también lleva chanclas
pero ella se desliza

es como si las piedras se fundieran
y se moldearan con sus pies en cada paso
no se desestabiliza
y su equilibrio templa el mío
que torpemente esquiva las caídas

me transmite fuerza con su mano
esa mano que más tarde jugará conmigo

hemos llegado a su maravilloso rincón,
" la punta", espigón natural de piedra
al fondo el volcán Concepción
escondiendo el atardecer


en el lago, barcas de pescadores
a un metro tres niños con la misma tarea
pero con distintos resultados
una caña y un sedal
mucha paciencia , dedicación y empeño
sin pérdida de ilusión por llevar cena al regreso

jugamos a las palmas, cantamos,
me cuenta un lindo cuento
el cuento de su vida
retales y desencuentros

nueve años de experiencia,
vitales, que marcan un comienzo
comienzo de un camino por recorrer
el camino de su vida

cargado de sueños...

Paulina

Paulina, mirada avellanada
cómplice, cálida,
encantadora sonrisa
divertida carcajada

cada mañana al amanecer
se peina su larga melena
lisa, negra, alcanza su cadera
un dulce desayuno, cargado de frutas frescas
y a tan sólo unos metros, el mar la espera

las conchas juegan con ella
hoy decide no bañarse
los trombos de agua podrían arrastrarle
peso liviano ante la inmensidad del oleaje

se acerca lentamente a a despertar a sus invitados
huéspedes intermitentes con los que jugar a ratos
intercambio de caricias, risas y abrazos
las cámaras forman parte del teatro

¿me das un bombóm?
hoy vamos a celebrar mi cumpleaños,
¿tomamos cafecito? montamos una casita y
rellenamos la piñata , voy a ser doctora,
¿pintamos flores?, ¿cantamos?...

Paulina permanece en la retina de todos...
nosotros apenas sumamos en su bagaje humano.

5 de marzo de 2008

vólare...oh oh..


Hay momentos en los que necesito tiempo, tiempo para mí, para desconectar... consigo en ocasiones encontrarlos y también compartirlos, y trato de apoyarme en ellos para no sentir el peso de grupo.

A diario ponencias, charlas, visitas, comida, más comida, autobús... y también actividades -extraescolares- donde poder soltar un poquito de arenalina yujuuuuuuuuuur! aquí os dejo un par de fotos de mi vuelo en tirolina (mi cara lo dice todo).



Mención especial al concierto del gran Silvio Rodríguez, regalo compartido con Albita y Pura, grandes empujadoras con las que conseguí llegar a una posición donde poder cantar a pleno pulmón y recordar ...

Como anecdotilla contaros que tengo la entrada del concierto intacta porque a pocos metros de la puerta de acceso, el pueblo se llevó por delante una valla y casi nos vemos envueltos en una avalancha...


Grande Silvio

3 de marzo de 2008

Y llegó...



Fin de semana en Poneloya, un descanso en el camino, tiempo para pensar, para hablar con el mar, para ver el atardecer, para compartir con el grupo, para encontrarme a solas, para escuchar las olas, para jugar con Paulina, para dorarme al sol, para hablar de lo hasta ahora vivido, para creer en un proyecto, para relativizar pequeñeces en la convivencia, para abrazar y ser abrazada, para embobarme mirando las estrellas, para echar de menos...

De camino a la playa hicimos una parada en Sutiava, barrio periférico de León. Tras una charla sobre el funcionamiento social del barrio, nos invitaron a dar un paseo amenizado por un pasacalles de La Gigantona...y llegó, me llegó, choqué y me estampé con la pobreza (hasta ahora matizada por la organizaión). A diferencia con la comunidad de Venecia, los residentes del barrio no sabían que el grupo iba de visita, comenzaron a unirse niños al sonido de la tamborada, todos regalando sonrisas, Diana quiere ser bailarina, y su prima Selma licenciadan, juegan a la rayuela y cantan canciones, sólo que también, el sonido de un disparo entra dentro de su cotidianidad ...
El paseo fue breve e impactante, y mis sensaciones en crescendo, nos volvieron a reunir en la sede social donde nos tenían preparada una merienda, no sabía cómo actuar, nos estaban regalando un lujo, y alrededor de la sede se habían quedado a la espectativa pandillas de niños que se habían sumado al pasacalles, tenía un nudo en el estómago y sabía que tampoco estaba bien denegar la ofrenda. Selma y Diana estaban al otro lado de la valla, me acerqué, leímos juntas el cuento que acababa de comprar en la sede y compartimos la merienda. Subida en el autobús no pude contenerme más, me puse las gafas de sol y me dejé abrazar.

A tan sólo unos dieciséis kilómetros nos esperaba el mar y al sol le quedaba poco para desaparecer en el Pacífico. El grupo bajó a la playa, y cada uno ocupó su espacio, en compañía, un chapuzón, paseando, a solas... cada uno a lo suyo y todos en lo mismo, la puesta de sol fue compartida y un expontáneo aplauso rompió el silencio contenido.