12 de febrero de 2008

Y si te dedican un cuento

Mi joven árbol
Javier Rodríguez

Aquel joven árbol se sentía débil, quizás demasiado para el peso que él mismo había decidido soportar. Sabía –al fin y al cabo era un árbol- que las estaciones se suceden sin que nadie pueda evitarlo, que tras el frío invierno volvería la primavera y de nada serviría retener los frutos por miedo a no poder volver a ofrecerlos. Envidiaba la fortaleza de otros árboles más robustos, incluso envidiaba su propia fortaleza futura… cosas de jóvenes.

Su fruta era hermosa -como él mismo-, apetitosa, deseable… pero tanto ímpetu juvenil le impedía darse cuenta. También lo era su sombra. En su afán por crecer no reparaba en cuántas personas se detenían a descansar bajo su tronco.

Sus hojas, del color de la miel, daban sonoridad al viento cuando jugaba entre ellas. Sus raíces eran profundas, tanto que lo había olvidado.

El joven árbol era el orgullo del bosque, pero su búsqueda desesperada de la edad adulta no le dejaba disfrutar.

Había tenido jugosos frutos hasta hacía relativamente poco tiempo… y los añoraba.

Una tarde, cuando el cielo es naranja, un anciano llegado de lejanas tierras se sirvió de su tronco para apoyar su sencillo bastón mientras sacaba algo de un bolsillo. El árbol le habló:

- “Anciano. ¿Por qué me has elegido a mí?”, gritó.
- -“Al contrario, mi joven amigo, tú me has elegido a mí”, respondió el caminante.
- ¿Cómo acaso iba a hacerlo inmóvil en este bosque, sin frutos que ofrecerte, sin la fuerza del roble o el castaño? ¿Cómo?, continuó gritando ahogado el árbol.
- “Es cierto que tronco joven no enciende hoguera, pero ¿por qué buscas el calor del hogar en lugar de vivir cada una de tus vidas simplemente?, replicó el anciano.

Tras una larga parada en la que apenas hablaron, el viejo volvió a tomar su bastón y, mirando al árbol desde abajo, comentó:

- “Más fino y menos bonito que tú es este viejo bastón y da sentido a mi vida, firmeza a mi andar y un lugar en el que descansar mis quebradas manos. ¿Te sientes tal vez menos útil que él?

El anciano continuó su camino mientras el árbol por fin comprendió que el invierno hace más bella la primavera y ese es uno de sus sentidos.


No llores tus ‘frutos perdidos’ sino entiende que florecerás de nuevo cuando entiendas que das sombra, cobijo, descanso al caminante, alegría a los niños que a ti trepan… todo eso eres tú, mi niña.


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No recuerdo en qué momento me lo regalaste, no logro ponerle fechas, perdimos contacto no sé muy bien a fin de qué cuentas...
Javier cascabel, pupa agradecida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pupación,que cuento más bonito,consideróte con mucha suerte por tener ese cuento dedicado pra tí.Espero que tu experiencia nicaraguense sea un placer.
un besazo enorme,que sepas que pienso muchos en vosotras!!!cerdacas!!!
Adrianka